lunes, 30 de mayo de 2011

Capítulo 5: El desamor de Miguel

Hoy tuve un día de esos moviditos.

He salido a las 22 a por tabaco y he vuelto a casa. Por el camino me ha venido un recuerdo. Un sitio. Ese bar siempre abre. Siempre abierto para mi y perfecto después de una tarde tediosa. Aranqué el coche y me puse de camino.

A ese sitio he ido a veces solo y entable conversación con el camarero todas esas veces. No se como se llama, pero nos conocemos de vista. Cada vez que he ido ha echado el cierre y se ha quedado de charleta conmigo. Entre los parroquianos con los que he coincidido en este tiempo me llamaba la atención uno: Miguel. Muchas veces nos sentamos los tres hablando de mil cosas. Nos hicimos amiguetes, pero llevaba meses sin saber de él.

Miguel es profe también, bajito, con la cara fina, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Es joven, y da gusto hablar con él. Simpático donde los haya. Si señor un tío muy grande aunque sea bajito.

Hoy no había aparcamiento, he tenido que ir a la otra punta para dejar el coche. Andando por una calle principal le he visto. Llevaba un sombrero como de mimbre, una camisa blanca, gafas de sol y una americana colgando del hombro. Se dirigía al mismo lugar que yo.

Una vez en el bar se ha sentado en la otra punta de la barra. No se ha quitado las gafas y ha pedido un copazo de whisky. Su cara estaba apagada. Se le veía triste, y teniendo en cuenta como somos los tíos deduje que sufría mal de amores. Estaba en lo cierto.

Al rato me he acercado a el. Ella le había abandonado. Se fugó con un estudiante de erasmus y solo sabe que se han ido a Italia. "Son todas iguales". Se agarraba la cabeza y lloriqueaba. El camarero echó el cierre y nos sentamos los tres en una mesa. Intentamos consolarle, pero ya se sabe como es el primer amor.

Después de pedir una tras otra nos fuimos cada uno a su casa. A la salida nos ofrecimos a llevarle, pero se negó. Le seguí a lo lejos, me vi tan identificado...

Paseaba sin sentido por las mismas calles . Se sentó en un banco y oí como gritaba por telefono:
"Por qué me has hecho esto?" Colgó. Se levantó y caminaba despacio. Iba arrastrando la americana y llevaba el sombrero a medio calar, ladeando. Entró a unos chinos y compró una botella de licor que sujetaba con la mano izquierda, sin bolsa ni nada.

Se metió por un callejón y ahi le perdí la pista.

Cuando llegué a casa Ramón estaba roncando en el sofá.

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